Ahora que los niños y niñas llevan ya un buena temporada de vuelta en el colegio, es importante hablar de los piojos, esos insectos parásitos de color marrón grisáceo, cuyas liendres —las crías— son brillantes, duras, de color blanco amarillento y se agarran con fuerza al pelo de los más pequeños, para desesperación de todos y todas.
Aunque viven en el pelo (sólo en el de las personas, nunca en el de animales), alimentándose de la sangre que chupan, es importante resaltar que no provocan ninguna enfermedad, pero sí la molestia de un picor intenso. La persona que los sufre se suele rascar, aumentando la irritación y llegando a provocarse pequeñas heridas que pueden infectarse.
Precisamente, es ese picor el primer síntoma de los piojos, aunque la mejor forma de comprobar su existencia es buscarlos con cuidado principalmente en la nuca y detrás de las orejas.
Por desgracia, estos insectos se contagian con mucha facilidad. Se transmiten por proximidad entre las cabezas y también por el uso de objetos que hayan estado en contacto con los piojos o liendres: peines, gorros, horquillas, lazos, bufandas, ropa de cama…
¿Cómo se eliminan?
- Hay que comprobar cuántos miembros de la familia o de la clase tienen piojos y aplicar el tratamiento a todos ellos al mismo tiempo.
- Utilizar un champú o loción antiparasitario Su farmacéutico le puede aconsejar.
- Quitar todas las liendres con un peine especial llamado liendrera, o con los dedos. Para facilitar el despegue de las liendres, se debe aplicar agua tibia con un poco de vinagre.
- Repetir el tratamiento completo a la semana.
- No se deben usar habitualmente lociones o champús antiparasitarios, porque no evitan el contagio y su uso continuado les hace perder efectividad. La mejor manera de prevenirlos es la higiene personal, lavando la cabeza una o dos veces por semana y cuidando la limpieza de peines, cepillos y utensilios de cabeza.